No hay nada mejor que
amarse a un mismo y aceptarte tal como eres. Aceptarnos como somos.
Esto significa,
amarnos y aceptarnos, con nuestras cosas buenas, nuestras cosas malas, con
nuestras carencias físicas y psíquicas.
Significa amarte por encima
de todo y de todos. Ser generoso y benevolente contigo mismo y perdonarte sobre
todo los posibles errores. En el perdón a ti mismo está la liberación de las
cargas emociones. Ya que la culpa, el rencor, la rabia, la autocrítica y la
crítica a los demás, no nos aportan nada, ni a nosotros ni a nuestro entorno.
Pero hay que
diferenciar el amor propio y auto aceptación absoluta, del ego.
El ego, según la
psicología, es aquello que te hace creer que estás por encima de los demás. Es
aquello que te hace pensar que tus opiniones son más válidas que la de los
demás. Es aquello que te hace creer que lo sabes todo y que estás por encima de
los demás.
La persona
egocéntrica, cree que sus opiniones son la verdad absoluta sobre la tierra, que
lo que hace, dice, piensa, opina y cree es lo perfecto.
El egocéntrico
discute todo lo que se le plantea, hablando por encima de los demás, queriendo
tener la razón en todo, pensando que su opinión es única y superior.
Intentar hacer
razonar a un egocéntrico es una pérdida de tiempo, porque siempre creerá que
cualquier cosa que los demás opinen es un error.
Discutir con un
egocéntrico, es una lucha de titanes, porque no escuchan, no atienden y por
supuesto, lo que tú digas carece de toda lógica y sentido.
Además el egocéntrico
quiere ser siempre el centro de atención, la alegría de la fiesta, aquel que es
llamado siempre para todo, aquel que tiene que estar siempre en el centro de
todo lo que ocurra y rodeado de todo y de todos.
El egocéntrico
necesita decir todas las buenas obras que hace,
y necesita que los demás lo elogien por cualquier cosa. Necesita la
aprobación de los demás y si no la tiene, la otra persona no es adecuada para
ella (lógicamente)
Lo curioso del
egocéntrico, es que aún consiguiendo por un tiempo aquello que busca, acaba
quedándose solo. Porque mientras los demás avanzan, él se queda estancado en su
Yo, su razón y su necesidad de destacar.
Todos en nuestra
vida, hemos tenido o tenemos una etapa de egocentrismo. Normalmente, en la adolescencia y la juventud, es dónde mas
patente se hace. Con esas edades no sólo crees que te comerás el mundo, sino
que (con algunas excepciones) crees que tú eres el ombligo del mundo.
Pero hay gente que,
aunque madura, su ego se queda estancado en aquel momento, no evolucionan y son
incapaces de cambiar.
Evita en tu vida
personas así, no discutas, ni quieras imponer tu razón, por mucho que sepas que
la tienes, por mucho que te avalen circunstancias superiores, porque al final,
sólo acabas cayendo al mismo nivel.
Evita intentar imponer
tus criterios, si la otra persona no te escucha o discute todo lo que tu dices,
opta por el silencio… es mas efectivo y gratificante. El silencio te devuelve
momentos dulces. El silencio te enriquece y te hace ver las cosas con mayor y
mejor perspectiva.
A veces, nuestro
carácter impulsivo nos hace discutir por hacernos entender, nos molesta no
poder hacer entender a otro cómo te sientes, cómo piensas, cómo opinas…, pero
si para ello debes discutir, entonces tu interlocutor no es el adecuado!
Como dice una frase
cuyo autor no recuerdo ahora: “Dios nos dio dos orejas para escuchar mas y una
sola boca para hablar menos”
“Lo que tenga que ser
será y todo se acomoda justo en su lugar”
Autora: Mary Tonda
No hay comentarios:
Publicar un comentario